martes, 22 de marzo de 2016

Rosas blancas por la innovación

El discurso de Barack Obama hoy en La Habana me ha generado nostalgia, optimismo y esperanza. Crecí escuchando canciones de Guillermo Portabales, que aún hoy repito de memoria y en ocasiones especiales ante amigos muy cercanos. Esa música fué un aporte de mi hermano. Luego, por decisión propia, descubrí y disfruté la trova cubana durante el bachillerato. Mi carrerra en ingeniería mecánica en la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá fué, simultáneamente, una maestría en música cubana. Quizá sirvió de trasfondo en todo ello la cercanía de mi padre con las ideas del socialismo. Hace seis años visité por primera vez Cuba, para quererla aun más hoy.

Visité por primera vez los Estados Unidos siendo un adulto. San Francisco es la ciudad en la que quisiera vivir mi vida: su diversidad y apertura cultural, su infraestructura, su oferta educativa y tecnológica y los parques naturales cercanos, entre muchas otras ofertas, cautivan.
 
Más allá de esas experiencias personales mi reflexión es sobre la coexistencia de dos sistemas políticos antagónicos. La austeridad, y dentro de ella, el bienestar de vida cubano. La diversidad, entre la pobreza y la opulencia, del sistema de los Estados Unidos. Ahí, entre esos dos sistemas, y en medio de ese conflicto de la 'guerra fría' ha vivido permanentemente Colombia desde hace medio siglo. Como hija predilecta en América Latina de la 'economía del desarrollo', reinstaurada por el presidente Harry Truman en 1949, nos convertimos casi que en una 'colonia del imperio'. Las guerrillas del país, por su parte, han tenido la anuencia y un punto de soporte en el sistema político cubano.

Escuchar a Obama hoy me ha hecho revivir estas memorias. Admiro lo que ha dicho en su discurso en el Gran Teatro de La Habana (vale la pena escucharlo); es la apertura de pensamiento a la que invita Obama la que podrá traernos la renconciliación en Colombia. El patriotismo, a veces desbordado, de estadounidenes y cubanos, también nos caracteriza. Lo mismo que el orgullo. Y última y crecientemente, nuestro afán por la educación. Solamente una democracia plena, que respete y haga respetar los derechos individuales (políticos y económicos) de todos, podrá ofrecernos un espacio confiable para superar la pobreza, avanzando para ello con la innovación. ¡Sí se puede!

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