martes, 5 de mayo de 2015

A la deriva



Es lunes 4 de mayo de 2015. Llego a la Universidad con dos morrales; cargo en ellos mi oficina. He separado allí el material que necesito para avanzar en mis trabajos y compromisos académicos. Son mi oficina ambulante.

Busco el edificio en el que se ubica mi oficina. No sé si hoy podré ingresar. 

Efectivamente: está bloqueado el ingreso. Un arrume de pupitres en las tres puertas de entrada; curiosamente no hay ningún trabajador controlando el ‘bloqueo’ (¿quién lo hace?).

Me dirijo a la sala de profesores. Son las siete de la mañana. No está tan ocupada, como sucede normalmente en los días del semestre académico. Tomo café con tres colegas.

Salgo de la sala. Busco el salón en el que me corresponde asistir como director del trabajo a la sustentación de la tesis de maestría de una estudiante. El edificio está bloqueado. Un profesor, jurado externo a la Universidad, espera con paciencia. Iniciamos una búsqueda urgente de un nuevo salón en un edificio ‘no bloqueado’.

Ya son las once de la mañana y vuelvo al edificio donde se ubica mi oficina. El celador controla mi ingreso. Me permiten trabajar durante dos horas.

Salgo a almorzar. Por precaución llevo mis maletas. Las guardo en mi carro ubicado en el parqueadero.

A las dos de la tarde, de nuevo en la sala de profesores, escucho comentarios sobre la cancelación de una conferencia de un profesor invitado internacional; otro edificio bloqueado y ningún estudiante presente.

Los baños mal aseados y con mal olor.

Trabajo de tres a cinco de la tarde en mi oficina. Hoy estoy agradecido. Quizá mañana ni siquiera pueda ingresar al edificio.

Respondo correos de los estudiantes que preguntan cuándo se normalizará el funcionamiento de la Universidad.

En el entretanto, la dirección de la Facultad y de la Universidad juegan su papel de resistencia (creo que es realmente de intrascendencia) . Pareciera que esta Universidad no les incumbe en sus funciones: el mismo papel que ha jugado nuestro rector, por cuarta vez consecutivita: esperar. “Lo que funciona no se cambia”. Su estrategia ha sido exitosa ya en las tres ocasiones anteriores: ¿por qué cambiarla ahora?

Otro café en la sala de profesores. Discutimos si ante este vacío directivo deberíamos tomar la vocería. 

Es una alternativa. 

Pero sobraría entonces la administración, que hasta hoy, no se manifiesta. La inacción se ha convertido en la decisión sistemática de Ignacio (desde el 2012).

La Ministra de Educación no responde. Sus problemas momentáneos son más  importantes que la situación actual de la Universidad Nacional de Colombia.

Recojo mis maletas.

No sé si mañana pueda ingresar a mi oficina.

Me siento a la deriva.

No hay comentarios:

Publicar un comentario